Corría el verano de primero de bachillerato cuando por una
amiga de una amiga, que conocía a “la prima de pepita”, nos llegó la noticia
que se necesitaban voluntarios para la visita del Papa Juan Pablo II en Cuatro
Vientos, así que a lo “Fuenteovejuna,” decidimos todas mis amigas en manada
apuntarnos a esa ardua y responsable tarea de ser “Voluntarias”.
Comenzamos con mucha emoción, yendo a las charlas de
preparación. Ahí encontramos cientos de jóvenes, aun más motivados que
nosotras, escuchando atentamente a las indicaciones. Sinceramente, no recuerdo
muy bien lo que nos dijeron, pero las conclusiones que grabamos a fuego fueron:
-“Por favor OJO con las embarazas y los niños que va a hacer
mucho calor”
-“Repartir agua a todo el que lo necesite”.
Con esas dos sencillas ideas y sin saber ni la zona que nos
había tocado, nos plantamos con las mochilas, las gorras, los chalecos azules y la acreditación y, nos dirigimos a Cuatro Vientos. Las previsiones de calor se
quedaron cortas, no había ni una sombra y yo lo recuerdo como el día más caluroso
del verano. Aun así, todo el mundo estaba encantado, cantando, charlando y
montando las tiendas de campaña para pasar la noche en el aeródromo.
Los bomberos iban de
una zona a otra “regando” a la gente para evitar que “cayeran como chinches”, y entre la muchedumbre, estábamos nosotras, pidiendo acreditaciones para que
nadie se colase en una zona que no fuese la suya y, siguiendo todos los consejos "a raja tabla" para llevar a cabo las tareas que nos habían encomendado en las charlas de preparación.
No se si conocéis a mi querida amiga Fernanda, es una mujer
decidida y aplicada donde las haya, así que, siguiendo la normas,
embarazada o niño que veía, se acercaba y les ofrecía agua.
Al fondo, entre la gente, vio una embarazada
que se le había pasado por alto, así que, con marcha firme se acerca y pregunta
–“¿perdone no querrá una botella de agua?, la mujer en cuestión contesta –“No
gracias guapa, estoy bien así”. Mi amiga muy extrañada con la respuesta
obtenida decide insistir una segunda vez –“¿De verdad que no quiere agua?, a lo
que la mujer responde de nuevo “-No, gracias de verdad, pero no quiero”.
Fernanda vuelve al grupo extrañada y sorprendida por el rechazo a su tentador
ofrecimiento, y, sin querer que NI UNA EMBARAZADA se quedase sin agua, decide
darse la vuelta y con paso firme se acerca de nuevo a la mujer e insiste por
última vez –“¿No quiere una botella de agua?, de verdad que hace muchísimo
calor” y ya, la mujer sospechando lo que mi amiga pensaba, le contestó rotundamente… “¡No estoy embarazada, soy así de gorda!”. Con cara de “que me
trague la tierra”, mi amiga dio media vuelta, y volvió por donde había venido.
Desde ese mismo instante, Fernanda decidió dar agua solo a los
niños, brindándonos a las demás la oportunidad
de repartir agua a las embarazadas con el riesgo que ello conlleva.
Y colorín colorado la anécdota de hoy ha finalizado.
Todo el mundo comete errores Fer pero conmigo....ni se te ocurra confundirte!!jejeje
ResponderEliminarjajajajjaja
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